De paradojas y fulanos.

Tenía un par de sitios en cada vereda

una ilusión de meriendas sin celo

la paz de la guerra tenía y aún creo

que no hay solución a aquel toque de queda,

con Neruda me inscribí en la academia forzada

por una tinta que todavía envenena

de tanto escribir me forzaron las venas

con brea caliente y un par de miradas,

y la perfidia silente de una sirena

me tomó de las manos con álgidas espinas

aprendí que el mar da la vuelta en la esquina

del barrio que llama con la voz de la pena,

pues con el tenor ausente de una melancolía

me cantaron la bizarra inquietud de un laburante

imagen de un cuando que se vestía con el antes

y al desnudo le daba su verdad de fantasías,

y tenía la virtud de escribirte con cerrojos

puestos al borde de una puerta sin vida

con un picaporte de ausencias suicidas

y con dos mirillas que irritaban los ojos.

Tenía la sensación de ser un poeta asido

a cada paradoja de las noches con vuelo

donde la luna esquivaba el imán de tanto cielo

y caía en tus brazos como cae en los míos.

Y de tanto en tanto hurgaba en mis centinelas

pacientes guardianes de secretos en vilo

con la marca del alma pendiente de un hilo

y el sabor a nostalgia de las tardes candela!