En el café

Fue una noche,

entre el rasguear de una guitarra,

la espuma de un capuchino,

y las medias luces compartidos con el son de una alegre trova,

que intenté platicar conmigo mismo.

Una, dos, tres ... 14 parejas y dos o tres solitarios,

nos perdemos en la penumbra del café, esa noche.

Más allá del murmullo de quienes tienen un interlocutor cercano,

se ahoga muy internamente el eco de mis voces, en un soliloquio absurdo,

que intenta neciamente recrear un diálogo postrero.

Y asi, más allá de sus palabras, evoca mi mente su imagen,

misma que en un suspiro se diluye entre los sorbos del capuchino

y las notas de la guitarra, que me dejan en el tiempo suspendido.

No sé en que momento decidí hacerme compañía,

y proveerle de voz a mi silencio, a traves de mi inquieta pluma

que se convierte en el instrumento de este diálogo interno;

y sobre este papel tendido, aun lado del capuchino,

aparecen una y otra vez los vacíos de mis ser ausente,

prendido de un sentimiento incierto que se hace acompañar de su imagen

aun en mi presente.

¿Dónde la realidad empieza?

¿Dónde la ilusión termina?

¿Cómo explicar que en mi soledad nocturna no repare en su lejanía?

El papel no me contesta,

y entre sorbo y sorbo y palabras sobre el papel vertidas,

la taza de café va quedando vacía,

al igual que el alma mia, que ahogada, sin voz y en un suspiro

hace que mi soledad sea más sentida,

ya que es su imagen única compañía,

que en este murmullo interno ansia

perderse en el café, la música y la poesía.