Escribiéndole a una eternidad en el olvido

Tratar con delicadeza a la palabra
nunca se me ha dado
especialmente bien,
me pierde el impulso,
el golpe prematuro,
no poner barreras a la explosión...
la cuenta atrás no tiene frenos.
A veces me detesto
y detesto la habilidad que tengo
para ser terriblemente sincero
conmigo mismo
¿Virtud o defecto?
No lo tengo decidido.
Quizás sea necesario derribarme
y comenzar a cimentar de nuevo,
quizás me haya equivocado
en todas mis empresas,
pero no es momento,
ni tengo intención,
de arrepentirme.
Puede que tenga miedo,
puede que intente lograr liberar
la voz atrapada
en el estómago
y solo lo consigo
vomitando palabras
que me curan y dañan
y dañan y curan
como en un bucle macabro,
como en un baile sordo
con música muda,
como la historia interminable
que nadie recordará jamás.
¿Ser eterno?
No soy tan necio
como para ignorar
mi insignificancia,
si ellos pretenden serlo
allá ellos con su fracaso,
no soy nadie para construir muros
alrededor de los sueños
inverosímiles de nadie.
Puedo confiar en mi locura pasajera,
el expreso que la transporta
ha vuelto a detenerse esta noche
en el lecho de mis contradicciones,
es un placer ambiguo
sumergirse en las profundidades
de la tristeza,
si no me entiendes
vas por el camino correcto...
Así que no me sigas,
no te hundas conmigo,
no dejes que mis tinieblas
se alimenten de tu luz...
déjame solo con mi luto,
he vuelto a dejar morir
entre mis manos
a la palabra,
ahora deja que me envuelva
el silencio,
un silencio eterno,
lo único eterno...