Siguen fluyendo las ideas...

Los sentidos de este cuerpo mortal,
hecho con los mismos elementos
de mi madre mortal y de mi madre tierra.
Sentidos que me conectan a lo terrenal;
mis órganos sensoriales que mandan
los mensajes al cerebro y a la mente.
Ojos misteriosos con el poder de ver,
de apreciar, de observar y escudriñar.
Piel que sientes, gozas y sufres.
Sin olfato para que servirían los olores
y sin el gusto tantos diferentes sabores?
Y sin oídos que los escuchasen
para qué habría ruidos y sonidos?
Dulce madre tierra, mi carne
de ti está hecha; de tu polvo soy polvo.
De tu fruto soy fruto; quiero ser como tú: Fértil, valiente y generosa.
Cumples la orden de ser pródiga.
Guardas el orden de tu creación;
lo mejor nos das, lo más deleitable al gusto,
a la vista, al tacto y al olfato.
Todo sale excelente de tus entrañas magistralmente programadas.
No sólo en sabor, color, textura y olor.
También hay armonía de sonidos
belleza que se escucha, que embelesa,
que suaviza y enternece el alma.
Música que nos calma como a Saúl antaño.
Cantarina oímos derramarse el agua;
agua que brota libre del manantial,
transformándose en alegre rio
para que nunca nos falte alimento,
ni placer ni higiene ni en si la vida. Maravillosos aire, agua y tierra,
sustentados con el fuego del Sol,
y la moderación continua de la luna.
Eternos elementos del Creador
organizados por amor orden divina.
Las maravillas juntas nos dan alimento
Íntegro, deleitable, variado y sabroso.
Otros frutos hay para prodigar abrigo;
de la tierra salen seda algodón y lino
Suaves caricias para cubrir y adornar.
Madre espléndida que para nosotros
todo tipo de lujos y vanidad genera.
Nobles metales oro plata y platino,
rubíes, diamantes y esmeraldas,
piedras valiosas caras preciosas.
Madre tierra valiente poderosa
de pie sigues aguantando atrocidades
que por siglos se te hagan.
De asfalto cubren tu fértil coraza
te excavan y te infligen explosiones;
sepultada tierna bajo las construcciones
todo por nosotros en carne viva lo soportas.
Te amo, mi polvo al tuyo volverá;
alguna noche o algún día mi materia
a tu amado seno a reposar retornará.
Desatados y libres ya los eternos sentidos,
los verdaderos, los sentidos del espíritu,
ya sin el cuerpo de la prueba reinarán.
Sin peso ni gravedad obrarán libremente
feliz, sabia y plenamente. Mi espíritu
no será más una parte de mi alma;
por un largo periodo él lo será todo.
Mi espíritu será todo lo que soy.
Todo lo que mi espíritu sea seré yo.
Lo que aprendí, lo que escogí, lo que descubrí, lo que experimenté ese seré el que seré yo.
Y sobre todo seré el mismo ser que fui.
Si en algo progresé ese progreso
permanecerá conmigo para siempre.
Sería inaudito perder todo al morir.
Que no quedase nada. Que todo se redujese
al recuerdo, a cenizas y al polvo.
Negaré acaso los sentidos de mi espíritu?
Dos son entendimiento y discernimiento.
Otros, el amor, la caridad y la sabiduría. Bondad, valor, compasión y longanimidad;
misericordia y diligencia; divinos atributos
que de nuestro Padre Eterno hemos heredado.
Embriones divinos literalmente somos,
con rasgos inherentes del progenitor.
Gracias a ese don, espirituales sentidos,
no es por lo que podemos sufrir, disfrutar y gozar las experiencias extrasensoriales?
Ajenas a lo físico de calidad superior, experiencias milagrosas de fe y caridad.
Experimentar el perdón con gran amor.
Olvidarnos del yo en altruismo y solidaridad?
Nos llenan de gozo los espirituales sentidos;
nos transportan a dimensiones deliciosas
que nos dan pequeñas muestras de eternidad.
Nos elevan a este conocimiento superior,
que nuestro cuerpo y nuestro espíritu
deben convivir en mansa armónica virtud.
Debemos mantener equilibrio constante
ya que ambos mientras somos mortales
viven juntos en constante competencia.
Entre más carnales, menos espirituales
y si mas espirituales, menos carnales.
A espíritu grande, placer físico chico
Y a esclavo de los físicos placeres
lo acompaña mínimo gozo del espíritu.
Alcanzar este conocimiento y sabiduría
nos dará del pensamiento claridad,
y la habilidad de clasificar y organizar
dará la paz de poder decidir en prioridad, haciéndonos libres al vivir de verdad.