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Defecto
Poema
Categoría: Soledad

Versos de poeta varado

La tarde brilla. El sol en el ocaso
suena al eco de unos pasos
que yo buscaba entre los huesos.
Está el sol con reflejos
llorando en una noble sombra
con el aliento de la tierra
urdiendo en las mustias hojas
que el viento exhala
del frescor perfumado
de la seca mano.
Te he visto. Soy el poeta que ama
la fértil primavera
a las flores amarillas, blancas, rojas.
Al camino que miro,
que trota por la juventud y siente
la quimera de la sonrisa
sobre la piedra inerte
en la que descanso el aliento.
En el libro que arrebata la quimera,
un libro de olvido divino
de brumas lejanas,
un libro de amores
en una lejana pradera de flores
perdida en el horizonte.
Amaneciendo el otoño, en la tierra mojada
tras los montes del primer albor,
en la alameda dorada
entre grises peñascales
de un camino lleno de zarzas
de escuetos pensamientos
invadiendo al cuerpo
de heridas que alejan el alma
de las cicatrices de un sufrimiento.
Los ojos velados por melancolía,
con el color del caramelo
de los labios,
que sueltan la suerte al humo del tabaco,
y simulan la muerte
con las sombras de un roble
prestada en la frente
que no tiene presente, ni ayer, ni mañana.
“yo” el poeta, he de tener el vicio de la mano,
con sagradas formas y maneras,
con la rabia y la idea
del cincel y la maza.
Y florecer en el papel desusado,
al alcance de una obra
que usa la cabeza
para que mañana el sol nazca
en el peregrinar del verso.
Me encuentro cansado, acaecido en la noche
en el llano verde
de donde exhalen los jazmines
donde las rosas del amor.
Una mañana de luz, con oro brillo
alumbren esas azuladas praderas
que están cercanas al final del camino. En el hastío, en la estancia,
en el tictac que cae en la tarde
he llorado entre lágrimas
un silencio en un cuarto sombrío
con la horas de un reloj arrinconado
en el pecho, en mí alma.
La tarde brilla, al final de un verano,
que trajo mil sombras
sintiendo la espuela sonora
de mi repercutir lejano
de un ocaso, en un alba pura
prisionero de mis pasos.
Y en éste otro viaje, la luz del techo brilla,
corriendo al mar
para liberar sus mieles.
No puedo mentir en el primer escalofrío,
no puedo olvidar su primer beso,
donde reina su cuerpo
y desnuda las tardes
de las noches que mí corazón se abreva,
se posa sobre las ramas de un verso.
En esta tarde mustia, otoño sin lienzo,
lejos viejas ruinas
hablando a gritos en sombríos estepares,
en la árida llanura de los labios
que purga un pecado ajeno
por una trágica amargura.
Con la grotesca figura
de su aroma por el viento,
chocando a veces en olas
frente a frente
como si fuéramos dos piedras
y la noche su desierto.
“yo” el poeta, mis palabras
son a veces navajas,
en la noche relámpagos
que caen sobre el camino
y dejan al cielo vacío.
Y espero el epitafio
de la mirada ciega que me reclama
la piel, las imágenes rotas,
la sangre de otro cuerpo
en la mudanza del poema
transcrito, en el melodrama del verso.
Datos del Poema
  • Código: 359972
  • Fecha: 26 de Noviembre de 2012
  • Categoría: Soledad
  • Media: 6.17
  • Votos: 42
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2,183
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: baltasar bennasar
País: EspañaSexo: Masculino
Fecha de alta: 11 de Noviembre de 2008
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