Poema coplero en recuerdo de mi padre Damián Paniagua Díaz, 1927-2019.

  I

"Padre, tengo tus últimos ojos grabados en el alma mía.

Perdonarán mi torpeza al saber que te quería.

Padre, qué joven eras con 92 años a cuestas.

¡Cuántas ganas de vida tenía tu sonrisa abierta!

Padre, tu voz antigua de quinto de serenata

resonaba en tus historias con la frescura del alba,

como alguacil pregonero, con voz de tenor templada,

en los edictos, las ferias y fechas de las matanzas.

Padre, gracias por ser mi padre, trataré de estar a la altura

y aguantar las embestidas que nos da cada día que pasa.

Padre, no somos nadie, por muy largo que se les haga,

¡Qué corto que se nos hace!.

 II

Me gusta recordarte lleno de fuerza,

como un toro en la dehesa, rey de los espacios,

bajo la precisa sombra de encinas y de olivos,

disfrutando del horizonte y del piar de los pájaros.

Jamás olvidaré tus madrugadas a oscuras

envuelto en la pelliza para abrevar el ganado,

ni tu manojo de rabiacanes y serones de sandías,

ni tu siega bajo el sol de Fragua de Vulcano.

Ni tu trilla en parvas redondas como obleas,

ni aquellas noches en la era, 

ni tus aperos al uso para aventar el grano.

Ni el celemín, el cuartillo y la fanega,

en tu afán de separar el cereal de la paja...

Padre, gracias por ser mi padre, trataré de estar a la alltura

y aguantar las embestidas que nos da cada día que pasa.

Padre, no somos nadie, por muy largo que se les haga,

¡Qué corto que se nos hace!

Nota bene: Derechos reservados.