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Poema
Categoría: Amor

HOMENAJE A LA MADRE DE SAN DAMIAN DE MOLOKAI

Te puedo ver, Damián, joven y fuerte,
 la tierra cultivar;
 te puedo ver sembrando la semilla  
y rezar y soñar.
 Puedo ver que tu rostro se ilumina
  con la lámpara débil del altar
   a donde de rodillas has llegado
 la fuente del amor a contemplar.
 
  Jesús oculto en el Sagrario atrapa
 tus sueños de verdad,
y en diálogo amoroso le platicas
 tus deseos de amar.
 Quieres ser sacerdote, misionero;
  no te puedes quedar
 a ser granjero sólo, campesino,
 y la tierra surcar.
 Quieres cruzar los mares, irte lejos
 y tu vida ofrendar;
 llevar el Evangelio a todas partes,
  llevarlo más allá...    
 
 Yo sé de dónde te nació ese anhelo,
 lo puedo adivinar:
  fue tu madre, Damián. Ella te indujo
  a darte a los demás,
  a entregarte y servir enteramente
  sin ponerte a buscar
 opciones, estrategias o maneras,
  a darte nada más.
 Fue tu madre, Damián, la que en tu alma
 sembró la caridad 
 y el amor a los Sacros Corazones
  y la fe y la piedad.
 
 
  Por ella fue, Damián, que tú llegaste
  a la isla Molokai,
   porque ella te enseñó desde muy niño
  a amar sin calcular
  y de sus labios los primeros rezos
 pudiste pronunciar.
 Por ella fue que decidiste en vida
  tu cuerpo sepultar
  entre aquellos hermanos marginados.
  Dios hizo lo demás...
 
     Tú estabas contagiado de otra lepra
   mucho antes de llegar
  a aquella isla de horrores y de muerte;
   y, déjame pensar
 que tu madre que tanto a Dios amaba,
te pudo contagiar,
 
 
 pues no llegaste ahí para enfermarte.
  Ibas enfermo ya.
 ¿Piensas que aquellos pobres te enfermaron?
 ¡Oh, no, hermano Damián!
  No se puede culpar a quienes se ama.
 No les puedes culpar.
  Fuiste tú quien llegaste a contagiarlos
 de amor y eternidad.  
 
 
 ¿Por ventura, hay un virus de más fuerza,
 que se propague más,
 que el virus del amor que enaltecía
 tu sed de inmensidad?
 
  No bien llegaste tú y les devolviste
  las ganas de rezar.
  Tu amor profundo por la Eucaristía
   los pudo sublimar.
 
   Los convenciste que en las llagas todas
  de su cuerpo mortal,
 representaban la pasión de Cristo
  de forma radical
 y en medio de penumbras y de muerte
 volvieron a entonar
 un himno de alegría y de alabanza
 al Dios de la bondad.
 Como aprendiste, tú, les enseñaste
la tierra a cultivar
 y lograron, en su desesperanza
 ilusiones sembrar.
  Resurrecciones eran sus semillas
 de esperanza y de paz,
  una esperanza que jamás perdiste,
 ¡Damián de Molokai!
 
 Déjame interpretar: cuando dijiste
 un día al predicar:
 "Nosotros los leprosos..." ¿No fue acaso
  que pudiste notar
 que al fin tu enfermedad de amor se había
  comunicado ya?
 ¿Tu enfermedad de cielo, de esperanza,
  de luz y eternidad?
  ¿que antes de que la lepra comenzara
  tu cuerpo a devastar,
 ya tu alma singular se había dado
en mil pedazos más
 y tu lepra de amor había logrado
 las almas contagiar?  Déjame que interprete, hermano mío,
sin temor a fallar,
que fue tu santa madre quien te tiene ahora
 en el altar...
 
    Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados) 
Datos del Poema
  • Código: 45813
  • Fecha: 20 de Agosto de 2002
  • Categoría: Amor
  • Media: 7
  • Votos: 12
  • Envios: 2
  • Lecturas: 1,888
Datos del Autor
Autor Destacado Nivel: 7
Nombre: Heriberto Bravo Bravo SS.CC
País: MexicoSexo: Masculino
Fecha de alta: 22 de Agosto de 2002
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