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Poemario cantos y anti-cantos del ungido y de la Última cumbre.

I
PRIMER CANTO DEL UNGIDO.
La preñez de mi Madre
fue, es y será la encarnación
divina de la salvación del mundo.
Me parió bajo una noche de alegrías tangibles.
Sus dos rodillas de dolor
me recibieron silentes.
Mi llanto depuró la savia
del árbol de la vida.
Crecí temblando de vigor.
Mi carne ardió en el vacío.
El Espíritu jugó en mis manos.
Palpé la nada.
Traspasé el tiempo.
Atravesé la distancia.
Razoné con el absurdo.
Miré mi cara en el espejo de las estrellas.
Incineré la paja seca del universo.
Exterioricé mi misterio ante los ojos de la Náusea.
Consentí que me asombrara
la humedad de mi sangre.
Extraje del absoluto el Sentido de la Tierra.
Forjé mi reciedumbre
en el fuego del instinto.
Me incorporé con los cadáveres
de los humildes
al Juicio de la Muerte.
Contemplé en la muerte
la esencia divina.
La última cumbre
reposó en mi corazón.
2
SEGUNDO CANTO DEL UNGIDO.
Abrí la boca del mundo,
implanté mi lengua a su garganta,
lo hice deseo eterno,
su soplo dio vida, iluminó
el camino de los desposeídos de la tierra.
Extraje hierro del dolor,
lo repartí entre los pobres.
Sin manos sagradas
quedó la violencia.
Colgué la autocomplacencia en la nada.
Infundí la agudeza de mi espíritu
en todo el universo.
Mi putrefacción impregnó la muerte de los oprimidos y entró en el patio y dormitorio
de los opresores.
3
TERCER CANTO DEL UNGIDO.
He vivido más de dos mil años.
Enseñé pacientemente mi camino
interior a muchos pueblos.
He sido fuerte, paciente y bello.
Di vigor a la flaqueza.
Sostuve a los vacilantes.
Las rodillas de los pobres
temblaron en mis rodillas.
Se turbó mi mirada
en los ojos de los oprimidos
y se hizo mirada iluminada en los libertadores.
La suavidad de mi palabra,
se hizo áspera en la conciencia de los pueblos
y no se apolilló
en la molicie de la falsa profecía.
He sido azotado por los que se adueñan del mundo.
Insultado en rituales secretos.
Mancillado sobre el altar de la perversión.
Incinerado
en el vientre de las Madres.
Arrancado del deseo de la vida.
Mi nombre
ha sido deshonrado y envilecido,
sobre altares profanados,
por los sucesores de Constantino.
Mi ciudad se sostiene entre los muros
de la anti-ciudad.
Mis hermanos viven dispersos
entre el tumulto de pequeños oligarcas.
Fueron desterrados los pacíficos,
y establecidos los hombres
y mujeres de rapiña,
bajo la sombra de una falsa cruz inicua. A pesar de la iniquidad y desolación,
sobre mis huellas imborrables,
flota mi voz inefable.
Un pequeño resto
bebe en mi cáliz agridulce.
La última cumbre pende sobre el abismo,
invitando a todos los pueblos a subir conmigo, el Ungido.
4
CUARTO CANTO DEL UNGIDO.
La embriaguez agnóstica,
se dispersa por el horizonte.
Su delectación insaciable,
consume mis viñas.
Los espectros de la molicie,
calcinan la piel de las naciones.
Beben irreligiosamente mi sangre.
Sus huesos se estremecen,
consumidos por la fogosidad inicua.
Sopesan mis milagros en sus dudas metódicas.
Apagan el fuego de la metafísica,
falsamente aplastada por el peso de las máquinas.
A hurtadillas se escapa mi verdad,
por entre los ídolos audiovisuales.
Se esconden mis palabras,
en las orejas de los sordo-mudos
que algún día profetizarán.
Ascienden mis prodigios,
sobre el altar del Pequeño Resto.
El horror nocturno sojuzga a las sectas,
un espanto, un temblor,
sacude sus salones de orgías rituales.
Sus vientres se estremecen,
consumidos por la fiebre del milenio.
La inmunodeficiencia,
carcome las entrañas del mundo.
Una convulsión desquicia
todos los cimientos…
5 QUINTO CANTO DE AGONÍA
DEL UNGIDO ENCARNADO EN LA HUMANIDAD.
Agonizo en una tarde de tinieblas.
La ansiedad me despojó de la sonrisa.
No resplandece sobre mí, un rayo de luz.
Mi astro se apaga,
Mi fuego se separa de la llama.
Mi fuerza se diluye
en la inmensidad del mundo.
Mi espíritu flota en un espacio negro.
Mi llaga incurable, baja del madero,
y busca la vida que se oculta
en los ojos humanos.
Mi rostro está eclipsado bajo un sol agónico.
Las sombras del vacío me oscurecen.
Defeco sobre la conciencia de la humanidad.
El hedor de mi agonía impregna las entrañas del universo.
La enfermedad, hija preferida del dolor,
devora mi carne poco a poco.
6
PRIMER CANTO DE AGONÍA
DE LA HUMANIDAD SOBRE EL UNGIDO.
El vigor cansado vino a Él,
se envolvió en amargura.
Lo alto de su cabeza se hundió en el hedor.
Huyen los humanos de su podredumbre.
La oscuridad universal se escurre
como sangre pestilente
entre la putrefacción de su cuerpo.
En sus ojos se pudre su viña transparente.
Bebe su dolor vehemente.
Flota la inocencia sobre su mortal herida.
Muere a su lado el Sentido de la Tierra.
7
SEGUNDO CANTO DE AGONÍA DE LA HUMANIDAD SOBRE EL UNGIDO.
Sube la putrefacción desde sus pies,
carcomiendo sus genitales,
cerebro y espíritu
como una fuerza de fuego.
El cáncer se oculta en sus huesos.
Arde la lepra en su piel muerta.
Se quema el dolor de su carne desgarrada.
Su podredumbre flota en las aguas vivas.
8
SEXTO CANTO DEL UNGIDO
ENCARNADO EN LA HUMANIDAD.
Espero que llegue la mudanza de mi piel
como si fuera una serpiente sagrada.
Mi sombra cósmica brotará
como un río de aguas vivas.
Las manos del absoluto
volverán a crear.
La voracidad de la nada
será saciada eternamente.
Se desgarrará el velo del vacío y brotará la vida eterna.
Quedará satisfecho
el apetito de la muerte.
La dicha caminará
por mis viñas transparentes.
La última cumbre de mi ascensión no ha podido ser vendida a los magnates por los traficantes del Templo..
9
ANTI-CANTO DE LOS TRAFICANTES DEL TEMPLO.
Los traficantes del templo,
venden la voz de los muertos por la red.
Reciben pecunia por la agonía de los pobres.
Cobran el impuesto putrefacto de los culpables.
El lucro se encarnó en sus rituales.
El mercado global se sienta
en sus Templos vacíos.
Sus magnates fornican
con la caricatura de la pobreza.
Sobre la pobreza dura,
edifican sus oratorios de alienación.
Sus cinceles de muerte,
esculpen las tumbas de los débiles.
10
ANTI-CANTO DEL IMPERIO.
Los ojos aéreos del imperio,
vigilan a los parias de Dios,
vigilan el despertar de los pueblos.
Sus satélites espías cohabitan,
con los dioses de la guerra.
Los huérfanos de poder,
no poseen la energía originaria.
El agua apetecible de sus norias,
sube a la boca del imperio,
y desciende ennegrecida
al vientre de la tierra.
Sus bosques autóctonos,
agonizan bajo la lluvia ácida.
Sus jardines interiores
hieden a aguas servidas.
La abundancia de los mercados,
se pudre en el hambre
de los últimos menesterosos.
Los consumidores son glorificados
y seducidos por los dominadores.
El mercado apátrida se pasea ebrio y excitado por las plazas de barrio alto
de la aldea global.
11
ANTI-CANTO DE LOS MAGNATES.
Los magnates dejan que se pudra la sombra de Dios, en sus altares cloacales.
Derraman la vida en sus escusados.
Echan raíces después de defecar
sobre sus lechos.
Limpian sus manos,
en el derrame tóxico de sus industrias.
Beben la iniquidad como agua.
Comen de la gordura de la vida,
bajo un cielo pisoteado
por sus engendros de guerra.
Exprimen los lagares divinos
y se mueren de sed.
Los aniquila el vacío.
Yacen en la putrefacción.
Duermen entre gusanos.
Siguen la vana observación
de los dioses ciegos.
Resplandecen sus agonías en el gemido de la Creación.
Sus cuellos erguidos son cortados por el hastío.
Nunca pudieron nacer,
sólo pueden morir.
Se despojan de sus propias existencias,
quiebran sus propios brazos,
incendian sus paraísos babélicos.
Las estrellas besan sus rostros,
la luna los acuna,
pero, ellos no lo saben.
12
ANTI-CANTO DEL FALSO PROFETA
SOBRE EL UNGIDO.
Fue deshecho su templo invisible.
Disgregadas sus moradas.
El polvo cubrió su eternidad,
llenó el hueco de sus huellas.
El tumulto de las naciones lo aplastó.
Se hundió en la nada.
En sus ojos se momificó el futuro.
Acabó sus días en orgías,
gozando a una muñeca inflable.
Se encontró en su tumba
el cadáver de su amante.
Su simiente se pudre flotando en el mítico diluvio.
Reverdece su pequeño resto
en el basural de los hombres,
se seca en el cauce calcinado del universo.
13
ANTI-CANTO DE LOS NO-CREYENTES.
Su vigor acabó como cadáver.
Bajó a la tumba degustando
el sabor de la nada.
Desapareció como una visión nocturna.
La leña podrida ardió en su frente gastada.
El hierro taladró su corazón.
En el dolor de los pobres
fue profanada su oblación.
La astucia de la razón
prevaleció sobre su intuición.
Los poderosos falsificaron su rostro.
Su última cumbre se esfumó en el vacío.
14
SÉPTIMO CANTO DEL UNGIDO MUERTO.
La muerte buscó mi cuerpo,
como a un resto arqueológico.
Ascendió mi putrefacción a los cielos,
llevando consigo el hedor
del antiguo templo.
Mis raíces telúricas, fueron arrancadas
del vientre de la tierra, por la muerte.
Me conocían sólo de oídas,
por el olfato estoy en el hálito de todos.
15
CANTO DE LA TIERRA.
Lo vi encarnarse,
corporalizarse.
Lo vi convertir
su mirada en sangre
y fluir por todos
los torrentes de la vida.
Quedaron esculpidas sus huellas
en mi piel granítica.
Lo vi sudoroso y cansado.
La humanidad reposó
entre sus brazos.
Curó a los desventurados.
Mezcló el barro de mi vientre
con el cielo.
Presencié la ingratitud del mundo,
la felonía de su juicio.
Lo vi subir solo a la cumbre
del holocausto.
Su oblación flotó en mi olfato.
Sentí su gemido sobre el madero.
Lloré su soledad absoluta.
Presencié su cadáver
en medio de la creación oscurecida.
Su sangre consagró
a mis manos profanas.
Arrullé su cuerpo inerte.
Su hedor fue consumido
por la fragancia increada
que fluye por mis poros telúricos.
Su herida inefable impregnó
mis raíces efímeras,
se mezcló con el ciclo cristalino
de mis aguas primordiales.
Su muerte incorrupta
se infiltró por mis aberturas
buscando los residuos
del hálito humano.
Los muertos de mi subsuelo
subieron desnudos
a vigilar su paso por el tiempo,
con Él, reconstruyeron
el templo espiritual de la
especie humana en vías de extinción.
Desde mi entraña lo vi ascender
hacia la mirada de Dios.
Lo siento venir en cada niño que nace.
Lo siento venir con la vida inmortal.
Sus lágrimas maravillosas
regarán mis desiertos florecidos,
regarán mis valles edénicos,
regarán mis huertos primigenios…
16
CANTO DEL PEQUEÑO RESTO.
Las puertas de tu muerte,
están abiertas al final de la cumbre.
Seguiremos trepando incansablemente,
por tus espaldas petrificadas.
De mil llegaremos cien.
En todas las montañas está tu rostro.
Tu voz está por encima de nuestros corazones.
Tu eres nuestro camino y morada.
La casualidad no nos sorprende divagando.
Las llanuras no conocerán nuestra somnolencia.
El peligro es nuestro refugio.
Bajo nuestros pies se confunden las cimas y abismos.
El engrandecimiento es nuestra humildad.
Hemos quemado en el llanto,
nuestras iras y añoranzas.
Acariciamos a todos los monstruos,
que hay en el hombre.
En nuestras soledades
se hace infinito el ascenso
hacia la última cumbre.
Quebramos todas las escaleras.
De cien llegaremos diez.
17
CANTO DE LOS SIGNOS DEL UNGIDO.
Su fuego se avivó, incinerando a sus falsos adoradores.
Envolvió la total oscuridad
con su invisible luz.
Atravesó con su cuerpo al ansia de gozar.
Hizo de su enojo una lluvia tardía que se evaporó entre sus frutos.
Regaló su hedor a los humildes.
La punta de su red pescó en un mar turbulento.
El placer efímero bebió
en su fuente eterna.
La náusea de la injusticia
se desbordó en su estómago.
Esparció sus riquezas intestinales,
en los albañales de los apolíticos
que fornican todas las noches
con el Poder,
develando sus mascaras hipócritas.
Su agonía santificó
a los sepulcros blanqueados.
Se oscureció la vanagloria del mundo
con el polvo levantado por su caída.
Como el Cid hace prodigios después de muerto.
Sus carnes macizas son como yunques
golpeados por la sombra de Dios.
No hubo ni habrá, en el tiempo,
un ungido tan corpulento cuya
putrefacción cubra el Universo.
18
CANTO DE ALABANZAS AL UNGIDO.
Habitación y camino de luz.
Puerta santa y cerrojo santo.
Anchura del universo.
Límite de las tinieblas.
Tesoro de nieve y granizo.
Párpado del alba.
Brazo quebrantado y enaltecido.
Semilla eterna.
Vaso de ungüento.
Paja de hierro.
Escudriñador del espacio.
Faja de fuerza.
Vitalidad del dolor.
Sello de fuego.
19
ÚLTIMO CANTO DEL UNGIDO
ENCARNADO EN LA HUMANIDAD.
Soy un trepador de montañas,
sierras y cumbres.
No reposo en llanuras de molicie.
No permanezco tranquilo,
esperando los acontecimientos casuales.
Estoy subiendo por la cumbre final:
última ascensión de engrandecimiento,
refugio y peligro donde se confunden las cimas y abismos.
Todas las escalas fueron quebradas.
Treparé sobre mi cabeza
por encima de mi corazón.
Preciso pasar sobre mí mismo
para ascender,
hasta que las mismas estrellas
queden por debajo de mí,
hasta que el triste y profundo mar del descontento
me llame a descender más abajo
de lo que nunca he bajado y a subir más arriba
de lo que nunca he subido,
más adentro del dolor,
de lo que nunca he gozado.
Desde lo más bajo alcanzaré lo más elevado.
Acariciaré a todos los monstruos que hay en el hombre.
Lloraré amargamente de irritación y de añoranza.
Me libraré de los funestos presagios
de la tristeza.
¡He comenzado mi más solitario viaje en medio de las multitudes,
subiré por mi última cumbre
y llevaré conmigo la intimidad de todos
los que he ungido!
Datos del Poema
  • Código: 359951
  • Fecha: 24 de Noviembre de 2012
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 6.74
  • Votos: 27
  • Envios: 2
  • Lecturas: 1,466
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Mario_Glorificador_1957
País: ChileSexo: Masculino
Fecha de alta: 24 de Noviembre de 2012
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2 comentarios. Página 1 de 1
Mario_Glorificador_1957
Mario_Glorificador_1957 03 de Diciembre de 2012

Comentario Teológico-literario del Prof.: Marcelo Correa Schnake. Agradezco a Mario que haya compartido este poemario conmigo, porque al hacerlo está compartiendo parte importante de su vida. En sus textos recoge la intimidad que ha vivido en lo social y en lo político. Estableciendo una relación entre la propia experiencia y la vivencia de la comunidad, relación que revela estadios del alma que solo puede exponer el que ha ahondado en ellos. Mario añade otro ámbito a la reflexión. Este es la fe cristiana como lugar desde donde mira y comprende el mundo y sus propias vivencias en este. Y enuncia esta fe desde la literatura profética del Siervo Sufriente del libro de Isaías. Sigue una básica y simple estructura de tres tiempos. Primero es el descenso, desde la plenitud de la verdad hacia lo más profundo y denigrante de la realidad humana, luego se detiene es el lugar más oscuro e irreverente, en que reina con pleno dominio la destrucción del hombre, para posteriormente ascender con autenticidad a la existencia de la verdadera imagen del hombre, la que se identifica con el origen divino. Es decir, todo comienza en la encarnación del mismo Dios de los cielos en la efímera materia, como Mario la califica, para continuar su vertiginosa caída al mundo aniquilador de la muerte. Y una vez ahí, anunciar la potente esperanza de la vida del hombre que consiste en ser hijo de Dios, elevando solida y armoniosamente “esta” verdad de la humanidad a los lugares más visibles y luminosos de la existencia. De algún modo, Mario busca actualizar este cántico a los tiempos actuales. Si bien en su descripción se aprecian más denuncias que anuncios, lo que también es propio del cantico bíblico, no deja de reconocer la belleza del universo, así como también de las cosas simples de la vida; ejemplo de ello es el recién nacido o la vida cotidiana del pueblo. Por otro lado, no habla de la figura mítica del infierno, pero nos describe el sufrimiento real que unos padecen a manos de otros. Señalando como responsables de ello al egoísmo humano bajo distintos ropajes: el escepticismo sartriano, agnosticismo irreverente o la intrusión de las ciencias en el establecimiento del significado último de la vida. Reconociéndolos como pequeños demonios que devastan la obra de Dios. En síntesis, nos habla del dolor que nos infringimos nosotros mismos aferrados a nuestros intereses particulares simulados en ideologías al servicio del bien común. Mario no deja fuera de esta crítica a las religiones, señalando la responsabilidad que les compete en esta tragedia. Denuncia la identificación de la Iglesia Católica con una propuesta política imperial, consagrando con ello la opresión de los pueblos en virtud de la verdadera adoración religiosa… Este sería el punto de mayor perversión de la obra de Dios, pues todo el mal se hace en nombre de la santidad. La mentira se reviste de aparente verdad y con ella el mal se trastoca en bien. Lo sagrado no solo se reduce a lo profano, sino que es el medio para endiosar la corrupción, la inmoralidad, el vicio, la degeneración… Toda esta vileza de nuestro mundo la asume y padece como propia el Ungido. Pero, ¿quién es el ungido en esta obra? ¿Qué características presenta para que lo podamos reconocer? ¿Cómo realiza su ministerio? Al igual que en las Sagradas Escrituras se nos dan algunas pistas comunes para que los hombres y mujeres simples del mundo lo reconozcan. La primera que la vida es un don y de ella se desprenden otras, a saber: las cosas buenas se maduran en el vientre con amor; la auténtica existencia pasa siempre por el dolor del parto; lo verdaderamente significativo lo captan y preservan los despreciados del mundo en sus absurdas esperanzas. Como Mario lo figura en la absurda imagen de los sordos mudos anunciando la esperanza. En este punto se da la inflexión del cambio. Porque contra todo lo esperado el Ungido se identifica con la humanidad, humanidad que es contradictoria por sus grandezas y debilidades. Grandeza humana que proviene de Dios y se asemeja a Él. Grandeza humana en la que radican capacidades y fuerzas impensables para asumir las debilidades y convertirlas en posibilidades de salvación. Grandeza humana que alcanza su identidad con el Ungido en aquellos que son coherentemente humildes y justos, tanto en la vida personal como en la vida social y política. El Ungido se reconoce en aquellos que fundan sus esperanzas en la fidelidad de la comunidad. Esperanza que surge en la confianza de los miembros de la comunidad. Una comunidad sin discriminaciones, sin privilegios, sin utilización de los otros para lograr los propios fines. O como lo dice Mario, una comunidad que libera de los funestos presagios de la tristeza. En este punto, debo confesar, me habría gustado que Mario hubiera presentado una actualización más concreta en signos, palabras u obras de la esperanza. Este siempre es el punto más difícil de prefigurar en un cántico y eso hay que reconocerlo. Sin embargo, me parece que ahora el esfuerzo de continuar la denuncia debe ir en esta línea. Es urgente identificar esos puntos de esperanza, es importante reconocer con claridad donde está actuando el Ungido en la salvación del mundo, de su mundo. Finalmente, insisto en agradecer la invitación a comentar este poemario, porque ellos hablan de una experiencia común con la que también me siento reflejado y comprometido. Decano de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule. Sr. Marcelo Correa Schnake. Doctor en Teología, Facultad de Teología de Granada, España.

Mario_Glorificador_1957
Mario_Glorificador_1957 03 de Diciembre de 2012

COMENTARIO LITERARIO DEL PROF. JAIME GATICA JORQUERA, DEL POEMARIO “CANTOS Y ANTICANTOS DEL UNGIDO Y DE LA ULTIMA CUMBRE”, (PARTE CENTRAL DEL LIBRO DEL MISMO NOMBRE. LAS OTRAS DOS PARTES SON: MANIFIESTO COMUNITARISTA-PERSONALISTA Y EL ENSAYO: LA DIALÉCTICA SOCIAL EN LA REGLA DE ORO). Es un conjunto poético que nos retrotrae a las creaciones mesiánicas nerudianas, solo que en el caso de Mario Díaz, tiene un carácter sacro y reúne en un total de 19 cantos una síntesis de la historia sagrada que va desde el origen primordial a la deblaque apocalíptica, con símbolos muy contemporáneos como el sida, la internet, la globalización donde nos reconocemos como habitantes y subsidiarios. Prevalece en el conjunto un actitud narrativa, donde la voz o hablante lírico pasa de la primera persona, cuando es el Ungido el que habla, a la tercera persona, cuando se describe a los males que aquejan a la humanidad; sin embargo y pese al carácter narrativo es abundante la utilización de figuras literarias muy logradas, tanto para referirse al nacimiento, caída y vuelo final del ungido como el recurrente ambiente de decadencia reforzado por las imágenes de corrupción putrefacción y hedores pestilentes, que a la larga se convierten en pestes o plagas. En definitiva es un poemario que por su fuerza expresiva nos envuelve desde el principio, como los antiguos salmos, como la voz mesiánica y altisonante de Neruda, el hablante lírico carga con todo el dolor del mundo en un intento absoluto de redención de la humanidad, a la cual va describiendo en sus distintos grados de iniquidad y deterioro: los falsos profetas o falsos ídolos, la riqueza, el consumismo y por sobretodo la política, con todo su derroche de poder. Junto a la voz omnipotente del hablante y su tono salmódico, asistimos a este recorrido del ungido y las diferentes etapas por la que ha atravesado la humanidad, anticipándonos el final en el cual se nos dice del Ungido “llevaré conmigo la intimidad de todos los que he ungido”. Nos comunica una similitud con el viaje-caída de Altazor, pero el Ungido en sentido inverso vuelve a adquirir todo su poder para renacer en gloria y majestad. Esta nueva forma sacra de presentar con imágenes a veces sobrecogedoras por su dulzura o espiritualidad, contrastan con la dureza y –a veces- violencia con que se describe a los enemigos del Ungido, remarcando con la imagen del hedor, la putrefacción y el excremento, el nivel de degradación y putrefacción en que se encuentran los males del mundo, pero que como en la naturaleza, permiten la reencarnación y la vida o más bien la nueva vida. Pese a todo el simbolismo y la exuberante línea lírica, llena de buenas y logradas figuras, el poemario es de fácil lectura –tal vez por su carácter narrativa- que permite seguir una secuencia en línea cronológica desde el nacimiento al apocalipsis. Es un poema que vale la pena leer, que nos conecta con lo sacro y que con todas sus similitudes de himno y salmo, nos entrega un aire de creación fresca y personal, en la cual podemos reconocer claramente el sello y el estilo de su autor: la elocuencia lírica y mesiánica de Mario Díaz, su épica sacra. Jaime Gatica Jorquera. Profesor de Castellano, Poeta y Crítico Literario.

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