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Imagen Divina

Imagen Divina
Anoche estando solo, y medio dormido; sentí cruzar en la oscura estancia, tu imagen. Una imagen que poco a poco se fue haciendo realidad. Tan real, como lo que hemos vivido, desde aquel instante en que la suerte, nos coloco frente a frente. Del reciente pasado llego hasta mi, tu risa bulliciosa. Tu imagen y yo reímos, reímos tanto como lo hicimos aquel día. Un día cualquiera en que sin saber como, o por que? Al calor de unas copas y al ritmo frenético de la música, danzamos sin parar y, como un chiquilín, quede fascinado con tu grácil coquetería. Nuestros ojos cruzaron miradas escrutadoras, cargadas de deseo. Nuestros labios anhelaban un beso furtivo. Tu hermosura tentadora, tenia todo el esplendor de la lujuria. Nuestros cuerpos hablaron el lenguaje mudo.
Soñoliento aun, al contemplar tu imagen, se dibujo en mi cara una sonrisa al recordarte, danzando en aquella fiesta, pues, con tu traje rojo y tu sonrisa hechicera, fuiste pasión en movimiento. Tus ganas, las mías, el destino; no se que artilugio nos coloco frente a frente, y nos lanzo a una frenética aventura donde florece el beso culpable.
El destello de un rayo, a lo lejos, ilumino mi cuarto y, tu imagen se borro como por encanto.
El destello del rayo y el trepidar del trueno, me hicieron vibrar de pies a cabeza. La tempestad rompió como por encanto el idilio, entre tu imagen y yo. Quede como sugestionado y, ya en pie, despierto, en medio de de aquella estancia oscura, mi cerebro bullía impregnado de dulces recuerdos; de sueños y caricias salvajes; de murmullos , lagrimas y besos cargados de lujuria.
Ya despierto, creo yo, proseguí, evocando el recuerdo de aquella fiesta en la que una mujer hermosa revoloteaba cual grácil mariposa, que, agitada por el ritmo frenético de la música, lanzaba al aire tentaciones de ternuras y de besos. Ya entrada la tarde, cuando el día se abraza con la noche, el jardinero abandono su labor. Las flores se sumergieron en el sensual sopor de la noche, y aquella hermosa mariposa, trémula de emoción, esperaba ser cortejada por el ocasional ladronzuelo. El rugido desesperado de la fiera que todos llevamos dentro, se oyó en nuestro interior. Llegado el momento y sin importarnos un bledo las miradas indiscretas de las gentes, nos trenzamos en un duelo apasionado de caricias y de besos. Deposite un sin numero de ósculos en tus frugosos labios, en tus mejillas, sobre tus ojos, en tu fina piel aterciopelada, a la vez que acariciaba tu sedoso cabello, que cual cascada de oro, caía sobre tus desnudos hombros. Ella: una muy hermosa mujer, de quien no sabia absolutamente nada, se revolvía entre mis brazos como leona herida, y sacando a relucir toda su lujuria, me devolvió los besos y caricias con pasión desenfrenada.
Nos entregamos el uno al otro y nos fundimos en uno solo, sin pedir o exigir nada a cambio, y sin importarnos la maledicencia de la gente.
Hoy, en el silencio de mi alcoba, evoco tu recuerdo y aun despierto, te llevo en mi mente como un sueño. Dulce y peligroso sueño del que no quisiera despertar.
Siento que te amo con delirio. Siento que: me he bebido en el néctar de tus labios, el beso hechicero de una hembra que me ha encadenado al potro salvaje del amor sexual, y convertido en su esclavo. Hoy, rugimos como dos fieras en celo, y florecen en mi corazón pasiones dormidas. Nuestro amor ha crecido como la hiedra. Y amenaza con asfixiarnos. Todo a mi alrededor se esfuma. Solo tu, cual guerrera amazona, apareces: soberana y altiva. Me siento a orillas del profundo abismo, y me asombro al observar que no retrocedo. El abismo me atrae con fuerza irresistible. Me siento cobarde, esclavo de la concupiscencia. De aquel viejo soldado valeroso y forjado en mil combates, no queda nada, nada mas que un esclavo arrodillado a los pies de la dulce pero implacable dominadora; la implacable leona que hiende sus garras y dientes, para sembrar en este pobre mortal: la pasión, el deseo y la turbación de mi espíritu. La pasión nos ha invadido como una terrible enfermedad, de la que no quiero sanar, como un dulce y morboso sueño del que no quiero despertar. Es algo inexplicable, como un sueño de locura o una locura de ensueño. La diosa afrodita me condujo al (Umbratílis) umbral donde se oscurece y se escapa la lucidez del hombre cuerdo, y me lanzo al abismo infernal de la locura.
Creí ser amo y señor de mi voluntad; jinete indomable, conocedor de mi montura e invulnerable a las flechas venenosas del dios Eros y su concubina Afrodita. Cual gladiador romano ostentaba orgulloso la triple coraza que protegía mi corazón contra esa magia negra denominada sexo. No creí que nada, ni nadie pudíera despertar mi ingenuidad dormida y sacarme de ese estado de castidad en que me había sumido. ¡ que estúpido y que tonto!
No soy mas que un pobre mortal convertido en juguete de los dioses. Cual Aquiles, tenia un punto débil, por el que el aliento abrasador de tus besos y tu magia de amor; fue veneno mortal que lentamente aniquilo mis precarias defensas y levanto ante mi el apetito sexual: inquietante y sugestivo. La moderna Eva murmuró de nuevo, su eterna seducción.
JUCAR
Datos del Poema
  • Código: 172250
  • Fecha: 12 de Febrero de 2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 6.57
  • Votos: 161
  • Envios: 4
  • Lecturas: 1,903
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre:
País: Sexo: Sin Datos
Fecha de alta: 10 de Mayo de 2024
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