Cuando desde tu jardín en un rincón solitaria y en silencio, observas las miserias de algunas almas que deambulan en el aire, sin sentido, sin sensibilidad, y se pasean mil veces por tu vergel sin sentir la fragancia que envuelve tu cálida presencia, un rocío de lágrimas comienza a rodar por tus pétalos. Fue cuando una dulce libélula se detuvo sobre tus pétalos y te dijo al oído: "Sigue siempre soñando, abre tu corazón y deja que se llene de vida, de sol, de lluvia del cielo; que llegará quien sepa percibir tu perfume y con sumo cuidado te acariciará sin que lo roce ni una sola de tus espinas, entonces sabrás, que sólo con su presencia, bastará para que tu belleza permanezca intacta".
Horizontesazules
23/03/2019