En este lugar de guerras,
donde las bombas no nos dejan
oír la caída de las hojas
del bosque pardo y callado,
certificamos nuestro amor
firmando en la corteza de los árboles
tristes y sedientos.
Así cuando pase el tiempo,
y el rico siga siendo aún más rico,
el pobre siga trabajando de sol a sol y no pueda ni mirarse el ombligo,
tu y yo recordaremos los momentos
en los que estábamos del mundo huidos.
Cuando callen las bombas
y la sinrazón encuentre su camino,
nuestra firma será de carne,
de nuestras células nacerá nuestro hijo,
tendrá cara de Paz,
sueños de libertad
y la esperanza en el olvido.
Las calles serán ventanas abiertas,
las nubes no ocultarán el cielo,
serán de algodón o caramelos de azúcar molido.
El bosque será verde,
nuestras firmas no se habrán perdido.
El mar será azul y con peces,
no estará podrido,
y el hombre, tal vez,
verá desde el horizonte el infinito.