Seca gota de arena
Que en víspera de tormenta
Te inquietas.
Dando saltos retorcidos,
Danzando a la futura lluvia:
Agua de tu mar que anhelas.
Calculada danza del cortejo
Al caballero perdido en aquel combate
En aquella, la de siempre, soledad desértica.
Vas cantando al alma,
A un recuerdo de humedad, un día
En la consumida eternidad.
Ese soplo de vida lo será todo.
Llegará la tempestad y la noche,
Se hará maza y fulgor, la noche,
Y la noche de gotas derribará la arena.
Alma de gota en grano de arena,
Añorabas a tus iguales, traidores,
y en las colinas te vendieron.
Pero sabes que llegará el otoño, y sus hojas secas no alcanzarán estas tierras. Llegarán los secos inviernos y ni el humo habrá de llenar los cielos. Y en la soledad de hormiga obrera añorarás ese instante en el que falta la calma, cerca de la boca del lobo. Y volverás a desear haber sucumbido fatalmente en aquella ofensiva de tormenta, o que la brisa que la precede jamás hubiese acabado. Pero no es así, como la mantis que sobrevivió al encuentro con su amada, sigues ahí, en silencio, como esperando la aventura nocturna de cada primavera.