En llanos lejanos,
roció de pasión,
aquella despedida
sin decir adiós.
¡Qué realidad!
Una despedida,
sin decir adiós.
Sólo tú la creíste
no la creo yo.
Si es verdad o no es cierto,
como en la ilusión,
llevando en mis labios,
el sabor de un beso,
aquel en el estero,
prendido por el Sol.
Escuchando cantar
las garzas blancas,
visitamos juntos
donde se hace el amor.
No mientas, ni digas,
mucho menos repitas,
que nos separaron
llanura y estero,
pues son ella, vida
y el alucinación,
de dos que se amaron
con ardiente pasión.
No te sientas solo
despídete amor,
donde hubo fuego,
quema el abrazador.
Sentirás la sombra
que el árbol te dio,
olerás mastranto
recuerdos de dos.
Para que ninguno,
perciba el adiós,
tomen la distancia,
como luna y sol;
para que el alma,
en un beso de amor,
pruebe sus mieles,
y en embriagador
suspiros de pasión,
sea su despedida
sin decir adiós,
¡Sol de mi llanura,
el estero, tu y yo!