Él señaló las sendas por donde debía transitar.
En sus fuertes brazos me sentía muy seguro,
protegiéndome de los riesgos, en cada despertar.
Pasaron los años el seguía con pasos firmes sin apuro.
Ahora en mi vida ya madura sigo recreándolo,
casi soy como él, los años ya me marcan también,
en sabiduría jamás lo igualaré, considerándolo.
Son notorios los arduos trajines, se notan tan bien
las cicatrices, en sus manos reflejan como vestigio,
son huellas, donde están los años de sacrificio.
Cuidó de mi infancia y adolescencia sin litigio,
sus palabras solidarias hasta ahora tributan beneficio.
Padre soy tu hijo viejo que aun clama tu compañía.
necesito tu alabanza para afrontar cualquier desafío,
hasta hoy, todavía busco tu acepción como manía,
con entereza me lanzo a realizar porque en ti confío.
Pero ya empiezo extrañar los felices momentos,
cuando nos embriagábamos de alegría a la orilla del rió,
pescando juntos, sin importar las lluvias ni los vientos.
Papá; ¿volverán de nuevo esos hermosos días de albedrío?
mienteme y decidme, si hijo; de nuevo estaremos todos juntos.