¡¡Qué no pase nada, por favor Señor!!

Cada día al caer la tarde
mi corazón empieza a acelerar...
mi cuerpo empieza a temblar...
mi alma empieza a gemir...
Me ahoga el llanto y pienso
¿Qué será...? y ruego:
¡¡Qué no pase nada, por favor Señor!!
Ruego tanto y tan atropellamente
que no sé cuándo empiezo
y no sé cuándo termino...
Si mi súplica llegó a su destino,
¡¡Es que me estás escuchando Señor!!
Y mi fé se quebranta y, me arrepiento
y vuelvo a empezar desde el principio...
pidiendo perdón a cada instante...
rogando cual preso en su jaula.
¡¡Que no pase nada malo Señor!!
Imploro tu resguardo
imploro tu perdón,
la angustia me acongoja
la angustia me acelera,
acelera mis sentidos...
acelera mi razón.
Luego viene la calma
el rayo de luz aparece
el rayo de luz ilumina
mi casa, mi sendero, mi camino y,
todo vuelve a la normalidad.
Olvido todas la angustias
que antecedieron y
olvido la frase consabida
¡¡Que no pase nada malo Señor!!
Más sin embargo al otro día
al atardecer de nuevo
siento que todo vuelve a suceder
como si repitiera una mala película
que no deseo ver...