Por las noches, en silencio,
levanto la vista al cielo
y contemplo ese lucero
con especial atención:
con sus guiños luminosos,
en clave, me da un mensaje
y mi corazón hace un viaje
hasta tu amado corazón.
Se funden así, en secreto
y abatiendo la distancia,
mi devoción, tu fragancia
y un romance fiel, discreto,
impregnado de respeto
en su virginal substancia;
llevo a tí el sueño completo
que llena de luz tu estancia.
Cada noche, puntualmente,
con el ánimo extasiado,
este hombre enamorado
te visita con su mente
y con su corazón alado;
sólo pide humildemente,
a través de sus poemas,
por tu alma ser escuchado.
Es la noche nuestra aliada,
cuando se detiene el mundo
y en el silencio profundo
y en la obscuridad calmada,
vuela mi alma enamorada
hacia tu nido fecundo;
mi espíritu vagabundo
encuentra en tí su morada.
Las noches, en consecuencia,
con sus telones de estrellas,
son cómplices silenciosas
de la unión de nuestras almas.
De mi devoción la esencia
se alimenta, en todas ellas,
de tus palabras preciosas
que son mi fuente de calma.-
Eduardo Ritter Bonilla.