Era mi amada tan dulce y hermosa,
aun su recuerdo fulgura en mis ojos,
era su aroma de frescas violetas,
como las rosas su rostro tan terso,
era su frente cual lirio sin manchas,
no me consuelo de haberla perdido.
Cuanto la amé, y gocé su cariño,
son los azares de vida que llegan,
desde el pasado felices unidos,
tan tiernos besos sellaron lo nuestro,
en la nostalgia despierta el recuerdo.
En las praderas soñamos un sueño,
fiel a su amor he vivido por siempre,
el interés que inspiró mis desvelos,
que con anhelo cuidaba con celo,
nunca se olvida el dolor y la lluvia.
Mientras aguardo el regreso del alba,
larga es la espera en tierras extrañas,
no hay otros brazos en que halle consuelo,
el sufrimiento más grande en la vida,
es el perder el amor verdadero.
Lupercio de Providencia