Fuego y humo

Confiada fuerza eterna
que levantas cuando besas;
anticiclones genero,
y al abrazarte, por ti muero.
La distancia de tus pisadas
siempre fue agria,
mas cuando era cercana
era simplemente magia.
Siendo cúmulo de alegrías,
cual adicto a la cocaína,
todo era bello y nacía lento;
pero mi enemigo y adverso,
aquel infame despiadado,
que me marcaba los intervalos
que permanecía a tu lado,
ahora, nos ha separado.
Como testigos del atentado
quiero al sol y la luna,
son ambos conocedores
de nuestras vidas sin picaduras;
y no me negaran señores
que lágrimas brotaron,
sonrisas esbozaron,
y suspiros acompasaron
a nuestros pasos y abrazos.
Ellos son testigos,
en sus días y en sus noches,
cuando estábamos juntos,
éramos fuego y humo.
Un sueño y una promesa
ha roto señoría,
condeno a este, mi antagonista,
a que culpable sea;
es un asesino de sueños,
de promesas y de besos,
torturador de nuestras almas
que ahora están separadas.
Es lamentable el daño;
planes, viajes, trabajos,
este ser de un plumazo,
ha terminado.
Qué enorme pena,
amarga y lacerante;
me embargó, tus yemas
y tus risas errantes;
maldigo la existencia
y maldigo tal condena
que me deja sin esencia,
me limita, me acecha.
Siento que se escapa
el aire de mis pulmones,
que mis facciones se apagan
cuando se apagan los tambores.
Aúlla ya mi alma,
se siente sola y desgraciada,
sabedora de toda regla;
desconocedora de tu hiedra,
que se coló en mis entrañas
que me invadió por dentro,
mientras yo las regaba
con palabras y hechos.
Qué le diré al mañana,
mas no creo en nada,
pues mi fuente eras mi princesa
de alimentos y praderas;
eras toda mi tierra,
toda la que conoceré,
no habrán más letras
no sirven, sino estas aquí.
Mi niña pequeña
que me separan de ti,
me siento solo y helado
no quiero vivir así.
Mi fuego se extingue,
tu humo se aleja,
ahora se pierde la llama
que en sus días, fue pareja.