Pilar tuvo la audacia de pasar por mi vida
en un Madrid versado, de olores nada ajenos,
me llevó de su mano hasta donde la osadía
costeaba en las playas, sus besos serenos.
Y allá en su Marbella, en el bar de cuatro encantos
me supo exprimir mis dotes autorales,
entre sus piernas de oro y sus otros tantos
expertos mensajes en mi cuerpo con sales.
La amé de esa forma, precisa y certera,
hallando en sus nubes mi musa apacible,
callando las iras, amando sus venas
viviendo el momento, sin nada decirle.
Y a cada llamado, quisiera tenerla
vivir en su mente aún en los años,
que volvería al exilio, tan solo por verla,
y sentir en la piel, aquello que extraño.
7/1/04 "..gracias por el llamado y por llevarme en tu piel..."