Era una tarde cualquiera
de un día que me quedé en el tiempo.
La luna en las flores venía,
pero ya era demasiado tarde.
Un pueblo lleno de vida,
se había marchado sin querer,
atrapando nombres por sus esquinas.
Pero la noche lo silenciaba todo,
sobre unas farolas de luces
que temblaban su destino.
Los recuerdos se hacían fantasmas,
que iban y venían
pero no sabían dónde ir.
Una veleta llena de nidos
apenas podía orientarse.
Ya no quedaban horizontes donde mirar.
Quería marcharme sin mirar para atrás,
pero algo me retenía
Todos los caminos y veredas
me gritaban en silencio,
¡Había tanta vida enterrada en ellos!
Pero poco a poco habían ido desapareciendo,
sólo quedaban sus nombres,
como el de muchas personas que los pisaron.
Unas paredes de silencios
escondían una memoria de vivencias,
me quedé quieto, parado frente a ellas,
viendo pasar momentos y emociones,
sintiendo en el alma, tantas distancias,
tantas frases, dichos y palabras.
Junto a unas margaritas de sueños me senté,
recordando que alguien desde el cielo
siempre me obligaría a volver.
Joe.