Ya no soy el que antes fuí,
yo era otro en el pasado,
feliz y despreocupado,
sin mirar el porvenir.
Vivía con los ojos cerrados
a las profundas verdades
que aguardan dentro de mi
y mis días eran soleados
como una tarde de Abril.
Y ahora:
Estoy enfermo, caído,
rodeado por los fantasmas
de mis seres más queridos,
suspendido en un pasado
ya para siempre perdido.
Estoy solo y vulnerable,
estoy amargado y dolido;
pero empiezo a levantarme
y, poco a poco, voy curando
las heridas de mi alma
y despertando del olvido.
El ayer es sólo ayer
y yo aún prosigo, vivo,
devorando los minutos
y aguzando los sentidos
para percibir las cosas
que aún no he comprendido.
Se abren nuevos horizontes
ante mis ojos dormidos
y a mis pies, ya tan cansados,
descubro nuevos caminos.
El cambio se hace imperioso,
inaplazable, angustioso,
y ya mi espíritu, ansioso,
emprende con paso airoso
este nuevo recorrido.
Está en juego mi existencia,
mi futuro, mi destino,
despierta ya mi conciencia
y corrige el rumbo con tino.
Aún es tiempo del cambio,
no estoy muerto ni perdido,
el futuro es luminoso
y sé que Dios está conmigo.-