Hola mi reina, mi pequeña diosa,
perdón que te desperté acariciando,
amanezco, tus besos deseando
me incita amarte la lluvia copiosa. La alborada te muestra deslumbrante
y en mí, pasión tu ternura provoca,
poso mis labios sobre tu boca
siento muy dulce tu beso amante.
Abrazas como siempre y como nunca,
dándome satisfacción deseada,
mi insinuación de amarte no es trunca.
Nuestros cuerpos hallaron armonía,
renovado amor en la madrugada,
entonces feliz se hizo el nuevo día.
El señor de los fierros
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