Corriste a sus brazos, cuando aún no te safabas de los míos
caminamos por mundos distintos, sin pensar en el error,
sin tener siquiera la madurez de encontrarnos en otra ocación,
de llamar a reflexión y sanar aquel amor,
ajeno fué el momento cuando durmió tu ilusión,
y me presté para tu juego, creyendo en tu confusión,
miré a tus ojos y comprendí
que no estabas confundida
sino hambre a ser comprendida, era lo que sentías,
que mis lazos te asfixiaban, y enojada siempre estabas,
por culpa de un corazón que arbitró en nuestras vidas
y no supo ser recto al momento de juzgar
encontrarnos en un dilema, y no querer luchar;
despierta.