Tiene tal fuerza tu sangre,
hay tal firmeza en tu mirada,
tal aplomo en tus palabras,
que nunca me hablan de ti;
tan sutil es el perfume
que de tus labios emana
y que, constante, te acompaña.
Se mueve grácil tu sombra
a lo largo de las paredes,
con el gesto reposado
de quien sabe a donde va;
y es tan dulce y sosegado
el suave tono de tu voz,
sin altibajos dispares,
sin ninguna afectación.
Tú ya conoces la vida
y lo que de ella ha de esperarse;
lo estéril que es amargarse
y lo inútil que es soñar
sin mover un solo dedo,
con diligencia y sin miedo,
para hacer, con nuestro esfuerzo,
esos sueños realidad.
Te puedo decir, confiado,
que en tí se puede confiar;
se ve que ya has madurado,
que has logrado despertar,
y yo quisiera a tu lado
el resto de mi existencia
el camino transitar.-
Eduardo Ritter Bonilla.