Con mirada distraida me fijé en su rostro,
tornado por el sol, parecía una paloma negra,
en su frente estaba reflejado un surco profundo,
de inviernos, de lluvias y de relámpagos.
Bajaba su mirada ocultando su alma,
vestía de azabaches violetas, y azucenas,
y de esa figura, se iba la esperanza,
sólo quedaban las noches de penas.
De sus ojos brotaba una lágrima furtiva,
y sin comprender cogí sus manos blancas,
quebrada rompió en tristezas y llantos.
El dolor expresado mitigaba su escencia,
con paciencia perenne alcanzó la calma;
permanecen sus recuerdos de otras tardes.
10 DIC 2006
Lupercio de Providencia