Me robé unas horas de mi tiempo muerto,
de las que se pierden en lugar incierto.
de esas que transcurren sigilosamente
como por inercia, caprichosamente.
De esas que parece que tuvieran alas
y que son, de veras, peores que las malas.
Me robé unas horas para estar contigo
como roba el viento de la espiga el trigo.
Me quedé pensando que te amé y pensaba
que te amé y que te amo más de lo que amaba
por ejemplo, aquellos venturosos días
en que bajo el cielo tú me sonreías.
O en aquellos otros por igual, dichosos,
en que con suspiros siempre veleidosos,
tú me repetías cuánto me querías
y eran tus palabras como sinfonías.
Me robé unas horas de este escurridizo
tiempo que con saña nuestro amor deshizo,
cuando repentinamente te marchaste
y que con la muerte tú me traicionaste
cuando más me amabas, cuando más te amaba,
cuando más mi vida con tu amor brillaba...
Hoy, ante tu tumba, me robé unas horas
y me he dado cuenta que también tú lloras;
que te duele tanto ver que me dejaste
solo, desolado, triste. Me aherrojaste
como a las tinieblas, como a los abismos,
a lo más oscuro de nosotros mismos.
Y lloré contigo, amor. Lloramos juntos:
yo, con llanto vivo. Tú, con los difuntos.
Yo, como quien ora, como quien reclama...
tú, como quien mucho todavía me ama.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC