Cuando estabe solo te buscaba por doquier,
odie hasta la lluvia que borró tu santo nombre,
lavando, consiguió que yo ya no te pueda ver,
pero a ciega te sigo amando como de costumbre.
Como queriendo atemorizarme el viento aúlla
su canto fúnebre, berrea en mi ventana clausurada,
ausente el amor da lo mismo si canta o, calla.
Para qué negar, confunde mi alma sola y cansada.
En una mañana nueva, aspiré todas las fragancias
que tu figura trae, con la luz radiante de tu sonrisa pura.
Mi flor aromada en persona, marcó la diferencia
con mirada de fuego y con su luz propia fulgura.
Repiquetea alegría nuevamente en mi ventana,
en cada gota la lluvia dice tu nombre musicalmente.
Aromatizándome el rededor esta la rosa temprana
y yo te agasajo con flores alegres de lugares diferentes.
Autor: Alcibíades Noceda Medina