Cada día, por la mañana,
canta bajo mi ventana
un efusivo gorrión.
Un concierto de gorgeos
que deleitan mis oídos,
apaciguan mis latidos
y alegran mi corazón.
Me he preguntado, curioso,
ante el prolongado canto
¿qué tanto dice en sus trinos
de sonidos tan divinos?
Hé aquí la contestación:
"Gracias, Padre bondadoso,
por este día tan hermoso
y por la dicha de vivirlo;
gracias por el alimento
que encuentro en todo momento
y me mantiene vigoroso."
"Gracias doy por la salud,
la vida y felicidad;
gracias mil por mi pareja
de la que no tengo queja
y que me viene a acompañar."
"Gracias también por mis hijos,
por todos esos polluelos
que han nacido en nuestro nido
y ahora vuelan por los cielos,
felices y en libertad."
"Gracias, Padre cuidadoso,
que en este mundo azaroso
de la ciudad y su gente,
me has protegido, indulgente,
y puedo, libre, volar."
"Gracias también por la vida
tan sencilla y tan tranquila
que disfruto entre las ramas
de mi árbol del jardín;
en ellas tengo mi cama,
mi refugio y mi festín."
Cantando así, el gorrioncillo
me alegra en sus dulces trinos
y estimula mis anhelos;
yo, recorro los caminos
y él, con su ánimo sencillo,
recorre, feliz, los cielos.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Domingo 28 de Febrero del 2010