Flotando en el amniótico mar dentro de ti,
aún sin conocer tu rostro, ya te comencé a querer.
Por el cordón que a tu cuerpo me unía,
llegaban tus mensajes y la vida.
La ternura de tu alma trasmitías,
y yo vibraba de gozo al recibirla.
El influjo de ese mar quieto y tranquilo, comenzó a forjar mi mente,
a dar un porque a mi vida,
a tenerte a ti presente.
Antes de salir de ti, te quería madre mía,
y notaba con gran gozo todo lo que tu sentías.
Te sabia alegre o triste,
cada vez que con las manos,
sujetándote tu vientre,
tratabas de acariciarme mucho antes de conocerme.
Por tantos ratos amargos que te hice a ti pasar aún antes de poder verte, por todas aquellas penas y también las alegrías,
por todas las sensaciones que yo recibí de ti...
nada mas que por aquello, valió la pena vivir.
Pienso ahora que soy viejo, lo que te haría sufrir,
por no tener mas cuidado cuando salía de ti.
Pero también pienso ahora,
lo feliz que tu estarías,
cuando por fin yo te vi.
Nueve meses me tuviste cerca de tu corazón,
y después de sesenta años, lo viejo que yo ahora soy,
tengo madre tu recuerdo grabado, ¡con tanta fuerza... !
Que creo que aún dentro estoy.
J.G.L.