Eres tierra de forja,
como la mía,
de lucha eterna,
de flor ardiente;
tu ánimo viejo puebla las pampas
de vientos que surcan,
mi impaciente calma,
acercando tu voz ronca,
del grito araucano
que me hace triste,
pero me incita
al perpetuo afán de Patria Libre.
Eres valiente
en el confín de una contienda;
eres otra hija de la América
que nos angustia,
que hace la historia
que nació de tus hijos
San Martín y Güemes,
desde Irigoyen
hasta Juan Manuel de Rosas.
¡Oh, tierra hermana mía!
soy un aliado tuyo,
de nuestros propios ríos,
de tu casta pradera,
de tu noble montonero
que robó un arcabuz manchesteriano,
para sembrar una lápida perenne
de otro patriota nuestro,
Felipe Varela,
oriundo de una choza sola
de las sierras de Catamarca.
¡Estoy contigo hermana mía!
solidario con tu lucha,
unido a tu soledad
de intocables raíces;
porque sé que juntos
nos veremos,
compartiendo el mate,
en un galope de llaneros,
de manos aferradas
ante la audacia del imperio,
por unas Malvinas nuestras.