A la mujer que quiero le canto en cada verso
en cada flor le canto de mi jardín florido;
le cuento lo que siento sabiéndome querido
y nuestro amor es grande como es el universo.
En ella me conjugo después de andar disperso,
por ella me levanto si estoy alicaído.
Es ella mi alimento, mi sol, mi luz, mi nido,
un rastro de luceros constante, firme, terso.
A la mujer que quiero la sueño noche y día.
Ella es la compañía de mi alma. Mi destino
es uno con el de ella pues somos uno solo.
Así, sencillamente, sin tanta algarabía
la adoro y ella me ama porque nuestro camino
es llano y no requiere de tanto protocolo.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC