Así como Dio comenzó y dio vida al hombre
del mismo modo, con tu soplo, reviví otra vez
Mi cuerpo subyacía perdido en un limbo
Mi mente ya no podía sentarse de una vez
La sed de preguntas, mataban mis instintos
Las faltas de respuestas llovieron de una vez
Cuando la tristeza embargaba mi mente
Cuando el sol comenzó a desaparecer
Entregué mi cuerpo a Morfeo, dormité
Y se hizo el día y llegaste tú a mi vida
No hubo necesidad de mucho ni de palabras
Fue una atracción sin explicación, fue total
Tus labios me entregaron antes de besarme
las caricias que un hombre quiere tener
El frío de nuestra soledad se alimentaba
con lujuriosos momentos llenos de placer
Hasta que como el fuego, él logro en nosotros
fundirnos en una sola entidad cual vergel
Los cuerpos acrisolados en un solo cuerpo
Las bocas entrelazadas en dulce concierto
Los pechos otorgándose ambos el contento
que el destino nos brindaba por doquier
El sagrado lugar, que ya mantengo en secreto
con la intención de muy pronto volver a él
El día se prestaba a esa nuestra gran lujuria
y amamos no una, mucho más de una vez
Recuerdo la primera, fue casi como en silencio
era el hombre que despertó su hambre de una vez
Seguimos luego apreciando cada uno los detalles
que fueron tan queridos que nos hicieron volver
Volver a repetir la pasión, los motivos
de un sueño del que en un día domingo
estando apartados del mundanal ruido
acurrucados en nuestra cuna de amor
abrazados casi hasta el instante de asfixia
alimentándonos de pasión y de amor
vivimos en el paraíso, en aquél bello lugar
Edén del que guardo como nuestro secreto
al que aspiro poder contigo de nuevo regresar
tantas y tantas veces, como vida mía,
tú requieras o al menos, me quieras regalar
samuel akinin