Bienvenido-a

Bienvenid@ seas, pasa, siéntate cómod@, esta es una larga historia, una de tantas historias que guardo en mi mente, en mi corazón.
Todo empezó cuando lo conocí, apenas me miró me quedé prendada de él. Recuerdo su cara, su pelo negro, bien peinado, siempre muy bien peinado. Su perfume, olía siempre tan bien…Lo mío no fue cuestión de ir enamorándome poco a poco de él, no, lo mío fue un flechazo, desde entonces, creo en el amor. No sabía lo que era amar hasta que él se cruzó en mi camino.
Al principio, antes de llegar a verlo, todo era dolor, ansia de que todo acabara, incluso, deseé morirme, pero no, sabía que tenía que conocerlo, no podía irme sin llegar a verlo a él, al amor de mi vida.
Una vez que lo tuve junto a mí, lo sentí tan frágil, tan indefenso, tan necesitado de mí que no quería apartar mi mirada, quería hacer una foto mentalmente de tal manera que aunque se fuera después, cuando cerrara los ojos, siempre estuviera conmigo, pero no, no se fue, él decidió quedarse, conmigo.
Muchas personas quisieron verlo, gente se abarrotaba tras el cristal para ver quien me había hecho la persona más feliz que jamás había pisado la tierra. Le llamé ángel, mi ángel, aunque él ya tenía su nombre, para mí siempre será mi ángel. Entonces me miró, con esos ojos sorprendidos, abiertos, y me habló, en su idioma creí que me decía, “Gracias, encantado de conocerte. He estado esperando mucho tiempo, el camino ha sido largo y oscuro, pero al fin estamos juntos”. En ese mismo momento supe que lo nuestro, nuestra historia sería hermosa, tan hermosa como tú mismo, tan hermosa como nuestro encuentro.
Entonces mis ojos empezaron a llorar, no quería hacerlo, pero una gran emoción me embargaba, había sufrido mucho para llegar a éste momento, y ahora que te tenía aquí, a mi lado, echado sobre mi cuerpo, no podía creerlo. Entonces te besé, tu primer beso, el primero que habías recibido pero no el único, a partir de entonces, cada vez que te veo, te lleno de besos, uno por cada centímetro cuadrado de tu cuerpo, uno por cada segundo que me haces feliz, uno por cada beso que tú me debes.
Mi querido amor, mi querido ángel, si supieras cuánto te quiero. Si pudieras darte cuenta cada vez que nos vemos de nuevo, cuánto bien me hacen tus besos, tus abrazos, tu ilusión. Si supieras que cada mañana me levanto por ti, que cada segundo, si respiro es por ti y que sólo sé que vivo para amarte a ti…
Lo comprenderás, mi ángel, lo comprenderás, algún día, cuando tu también conozcas a tu amor verdadero, cuando tu también puedas sentir el calor de un abrazo sincero en cada momento, cuando sientas que te quieren de verdad, sin pedir nada a cambio, entonces, comprenderás todo cuanto te escribo.
Ahora voy a recogerte, espero ansiosa tu dulce abrazo, que me digas en tu lenguaje, “Hola mamá, gracias por venir a recogerme. Te quiero”.