Mis pesadillas se llenan de miradas taciturnas,
lánguidas, impasibles.
De trozos de esqueletos,
de cangrejos descarnados y vacíos que se estremecen por el suelo.
De vergüenza por sombrero ataviados de fracaso,
de tristeza por calzado.
De caras conocidas con cadenas arrastradas por mi nombre.
Veo rameras solitarias con vestidos de novia,
bailando tangos en la soledad,
entre paredes agrietadas de angostos caminos sin farolas.
Veo un arco iris en blanco y negro bajo un cielo emponzoñado,
cada vez más encapotado de nubes negras,
con venas muertas y destartaladas.
Veo manos oxidadas, veo senderos sin rumbo, flechas de doble sentido.
Veo procesiones con cirios apagados,
cortinas de humo temblorosas.
Veo un reflejo en un espejo fragmentado con el rostro de un desconocido.
Veo peces tuertos con dientes grotescos.
Veo nudillos ensangrentados.
veo medias verdades más vestidas que las mentiras,
omisiones, preguntas ignoradas.
Y al despertar,
la realidad me parece más cruda,
y más ciega,
y más venenosa,
y más aplastante, opresora.