Triste vivir del hambriento detestado
en dédalos irónicos e impetuosas,
del cabizbajo que sufre asustado,
desastroso, desastroso, desastroso…
y que nada importa, si bien alimento
como muchos, todos, somos bien vestidos
no hay que ser entregado
al consuelo de los pobres,
porque se les ven bien, ¡Su Imagen!,
eso es importante, que no los ensucien
al verlos con ellos, que no los ensucien
su tan alto volumen de alegría, de paz.
Pobres hombres que desprecian,
pobres aquellos, como los hambrientos
también quisieran en cada mirada,
arder en un abrazo para olvidarse
que en un momentos quisieron ayudar
y que tan solo agacharon la frente
en vez de estirar la mano para ayudarlos.
Ottooño Tristtezza
Octubre del 2006