Déjame regresar a la inocencia,
a la pureza primordial, sencilla,
al plan original de mi existencia.
Quiero ser otra vez polvo y arcilla,
un proyecto de luz; pero inmutable,
una estrella fugaz, una semilla
al imperio creador e imponderable
de tu voz que se expresa majestuosa
en la mar de tu ingenio inagotable.
Surgiré renovado de la fosa,
ya sin taras, sin máculas, sin penas,
con el mágico encanto de la rosa.
¿A qué mares ignotos me condenas?
¿A qué espacios confusos, a qué playas?
¿Por qué debo vivir entre cadenas?
Sólo quiero, Señor, ir donde vayas,
ser tu palabra si a tu voz abdicas,
o tu silencio cuando a veces callas.
Siendo invisible sólo mortificas
al corazón que contemplarte quiere,
al que al hacerte humano reivindicas.
Mas todo ser sin tu presencia muere,
peligra la razón si no te mira.
¿Qué sol existe que sin Ti no altere
su intenso brillo? Hasta la luz expira
cuando te alejas. Todo se enrarece
y sufre el alma que sin fe delira.
La soledad demoledora crece
cuando te escondes. Todo es un vacío,
cual posesión que no se pertenece.
Cierro mis ojos y a tu amor me fío,
sin voluntad, expuesto, incompetente
y a tu designio cedo mi albedrío.
Como un cachorro dócil y obediente,
mi libertad se rinde ante tu yugo
donde la eterna dicha se presiente.
Soy, sin tu amor, un fruto ya sin jugo
con mi pasado unido a mi presente
en donde muero siendo mi verdugo.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC