Ya vivo solo, en una habitación fría y vacía,
ya nadie me visita y comparte su alegría,
pero no me siento triste, ni me invade la apatía,
porque viví la vida, como vida mía.
Recuerdo aquellos tiempos no lejanos,
con amores, que llenaban de placeres,
mis momentos, que eran siempre apasionados,
y mis sueños, siempre llenos de mujeres.
Por eso, aunque solo, estoy contento,
y si al final quede en el abandono,
a todas ellas, gentil yo las perdono,
sin tener para ellas, ningún resentimiento.
Y esta soledad que ahora me acompaña,
es de un encanto apenas concebible,
con las horas, los días y semanas apacibles,
que pasan lento, con sabores a champaña.