Empecé a escribir este poema aquella tarde,
sentado en el muro cuando el calor mas arde.
Miro hacia los barcos, las gaviotas ligerísimas
piruetean en el aire en segundo en pausas brevísimas.
Se entretejen las nubes cual fantasma blanca,
es igual que los versos de mi vehemencia franca.
Cuánto añoro los besos cual gaviotas en desvaríos
cuando el sol se va poniendo en los mares bravíos.
Escribí un gran "te quiero" y un "vuelve, por favor",
escribí cuatro palabras nombrándote con amor.
Lleva el viento cálido los aromas de las flores,
por mi sangre corría aún vuelo de sin sabores.
Pero sentí encendida en mi sangre aun la hoguera
a pesa que fue flama, en tiempo como nada fuera.
Las penas arañan mi alma en cada vana frase,
y las sombras de tu olvido me pone en trance.
Desde entonces regreso sobre este muro cada tarde,
rompe el cielo su fulgor rojo, mi imagen es de cobarde.
Autor: Alcibíades Noceda Medina