Te miro
y encuentro dulce, en mis ojos,
el sabor de tus facciones;
lo que es lo mismo:
me agradas.
Me miras
y hay un doble filo
en el brillo de tu mirada:
en la mitad de tus pupilas
puedo leer desconfianza..
Pero la otra mitad
es audaz, impertinente,
mirada autosuficiente
que sabe que eres capaz
de controlar mis movimientos.
Así, cruzando miradas,
nos medimos mutuamente
y en este duelo silente
van quedando enamoradas
nuestras almas, lentamente.
Te miro,
a más de diez años
de aquel primer conocerte,
y ahora, tan sólo al verte,
te adivino el pensamiento.
Me miras,
sabes qué siento
por tí, tan sólo con verme;
y mi corazón se duerme
tranquilo, entre tus pestañas.-