Por el sendero sombrío
va el caminante en la tarde
haciendo crujir con sus pasos
las hojas de cien otoños.
Perdida la mirada,
barba de varios días,
sus ropas abigarradas
revelan cierta desidia.
Desidia de los hombres,
desidia de la vida,
cuando el paso de las estaciones
ya no estremece el alma!
Las mismas hojas del ayer,
las mismas del mañana,
son las solas acompañantes
de su caminar incierto.
Pero el sabe que su caminar
-su caminar solitario-
es un viaje apasionante
a favor de la corriente
profunda de la vida.
Y por eso no tiene miedo
de caminar por el bosque,
porque vivir, como caminar,
se ha de hacer en soledad,
cuando bajo tus pies crujen
las hojas de cien otoños,
y el paso de las estaciones
ya no estremece el alma.