Una senda accidentada,
impetuosa y trémula,
dibujaban tus dedos en mi piel sudorosa,
hasta perderse no se en que rincones,
con la osadía propia de la primera vez.
Una necesidad imperiosa.
Un deseo contenido.
Un aroma embriagador.
Un brillo casi inaudito de luciérnaga encantada,
reflejaba tu mirada
paseando con desenfreno por toda mi humanidad.
Un rio rojo y caliente
aceleró los latidos,
y en un mismo todo unidos
sin hacer lugar al tiempo,
sin reproches, sin lamentos,
nos entregamos sin prisas.
®Susana Valenzuela
25 08 12
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!