Ayer tarde,
cuando las horas quedaban inmóviles
junto a las fechas del tiempo mío,
quise hablarte a solas;
como si fuésemos dos lágrimas
que la noche,
en un mismo llanto,
dejó escapar.
Tú y yo…vieja,
mirándonos a la cara
y en silencio,
como si la voz estuviera dormida
y las palabras olvidadas,
cuando de pronto tomo tus manos
que tienen la piel cansada,
y en la suave caricia
lloro la angustia
de no haberte sabido
tenerte conmigo.
Es ahí cuando veo tu cara
marcada por el tiempo
y en las arrugas te siento
coronada de azucenas
y de aromas encendidos
que resumen tu mejor esencia
porque tú…vieja
en el centro de mi piel nueva
y en el fondo de todos mis anhelos,
eres en cada amanecer
mi despertar mejor.
Tú y yo…vieja
a partir de siempre
aferrados a un tiempo
el tiempo nuestro.