Juan se recostó ansioso
en la bisectriz de la cadera,
donde dormía el felino, y silencioso
estiro sus manos por vez primera.
El otro Juan abrió sus planos
dejando mostrar sus curvaturas
atrayendo los deseos cercanos,
ardientes brasas bajo su cintura
El felino se despertó cual roca
y la mano de Juan lo llevó dulcemente
a explorar las promesas de la boca
que inició la libación de carne y mente.
El viento movía los dorados vellos
de músculos, axilas y en el pecho,
entonces Juan se deslizó con su cabello
sobre el musculoso cuerpo en cada trecho.
Generaron humedades y calido sonido
en danza rítmica de eróticos espasmos,
llegando insolentes al sincrónico fluido
de sendos falos, ardientes en orgasmo.
Juan despegó su cuerpo lentamente,
besó a Juan con meditada pausa,
pues Juan fue el hombre y tambien causa
del deseo que retenía inútilmente.
El sol y la arena fueron testigos
de esa pasión secreta y aun prohibida
por un mundo que mira con castigos
inútiles e insanos, a leyes de esta vida.
Juan partió, dejando a Juan y al deseo,
durmiendo desnudo en esa playa
sabiendo que volverá en el apogeo
de su verdad, que de amor desmaya…