A la luz de un par de velas

A la luz de un par de velas
alumbrando tenuemente,
apenas lo suficiente
para darle a nuestro ambiente
ese toque seductor.
El mantel de los domingos
y los cubiertos de plata;
al centro de nuestra mesa:
las flores en el jarrón.
Mientras dormita la gata
sobre un cojín del sillón.
Música suave, de fondo,
que envuelve en su magia al alma
acentuando así la calma
de esta noche sin igual
bajo bóveda de estrellas,
y tus facciones tan bellas
haciendo al momento ideal.
La música nos invita
y comenzamos a bailar
íntimamente abrazados
con pasos leves, alados;
y mis ojos extasiados
contemplando tu belleza
mientras vamos al compás.
La escena gira y se plasma
en el fondo de la memoria
mientras respiro la euforia
de este momento fugaz.
Nos aguarda un vino helado
y yo ¡tan enamorado!
y tú en mis brazos, rendida;
sabes que es tuya mi vida
y no te dejaré jamás.
Se cruzan nuestras miradas
mientras transcurre la cena
y en tu expresión tan serena
y en el brillo de tus ojos
te adivino tus antojos
sin que medie una palabra.
Conversamos y esperamos;
después de un tiempo prudente
y siempre bajo el ambiente
romántico y seductor,
me acerco a tí, complaciente.
Entonces, mi mano intrusa
comienza a desabrochar,
uno a uno, los botones
de tela que trae tu blusa
mientras tu mano se posa
cual divina mariposa
en mis febriles mejillas.
Contemplo tus maravillas
y la noche estalla en luces
de los más bellos colores,
de tus ojos los fulgores
me van dictando la pauta
y la música de una flauta
le hace coro a mis ardores
mientras yo caigo de bruces,
rendido a tus esplendores.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Viernes 14 de Agosto del 2009, 3:59 a.m.