El viento escribe con nubes
en las páginas del cielo
un tormentoso poema
con algodonoso estilo,
y lo acentúa con sus rayos
en fulgurantes vocales
que retumban, con sus truenos
de voces descomunales.
El mar nos canta, incesante,
su líquida letanía
con el romper de las olas
sobre la playa dormida,
y adorna su eterno canto
con espumosa armonía
que va a morir en la arena..
o golpea contra la roca
con incansable porfía.
Sopla el céfiro del monte
en un callado murmullo,
entre las ramas de los bosques,
como un arpa vegetal..
mientras un coro animal
lo secunda con su arrullo
de canto de aves, genial,
recorriendo el horizonte.
Murmura plácidamente
la corriente cantarina,
de liquidez cristalina,
que se convierte en torrente
y ruge el agua, encrespada,
cayendo en regia cascada
que enmudece en una fuente
de agua quieta y reposada,
gorgoteando dulcemente.
Entona la selva umbría
una solemne sinfonía,
como un gran canto coral,
con cada voz animal
combinando, en armonía
con el fondo natural:
Canta el ave desde el nido
y le contesta el rugido
del felino cazador.
Tartamudeando, el castor
castañetea con los dientes;
los rebaños, impacientes,
mugen de sed y calor;
contrapuntea, alrededor,
el silbar de las serpientes
mientras suena, en "fa mayor",
el ruido de las corrientes.
Después, al llegar la noche
y extender su negro manto
sobre la naturaleza..
se interrumpe el diurno canto
y otra ópera, entretanto,
pausada, llega y empieza.
Cambia el ritmo y la tonada
sobre una Tierra sembrada
de vida, amor y belleza.-