A la sombra del ciprés (Soneto)

Tan mudo como aquel que ni se nombra,
y, en la tallada tapia donde habita,
con su espigado yo, el ciprés dormita
haciendo caso omiso de su sombra.
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Allí entre sus iguales, ni se asombra;
allí entre sus gemelos, se limita
a ver como las flores de la ermita
crecen y sirven de florida alfombra.
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Con su verdosa y singular estampa,
vigila alguna cruz, que, por error,
es presa de su propio cautiverio.
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Y así, el ciprés, con su silencio, campa
cerca del cielo, como mal menor,
y del ronco rugir del cementerio.

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Ramón Bonachí