Una mariposa se ha ido a posar en mis manos
y tanta belleza desprendian sus alas,
que su brillo me ha cegado el alma.
Y me ha enseñado a volar
al pie de su tumba,
rasgando mis vestiduras,
coloreando su tronco,
absorviendo de ella,
la rosa encendida
de mi primavera risueña.
Y hoy, un día cualquiera, soñando,
me he dado cuenta que los corazones
de algunas criaturas son tan grandes
que en su inmensidad y nobleza
nuestras vidas se pierden.
Y hoy, un día cualquiera, soñando,
mi atormentada pereza
a fecundado la naturaleza,
porque de ella se amamantan mis deseos,
es así, os lo digo yo,
que no hay poesía sin sentimiento.