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Y yo me hago una pregunta
a sabiendas ciertamente
de su difícil respuesta.
Si la música amansa a las fieras,
¿A quién calmará los poemas?
¿A sus autores?
¿A los poetas?
¿A sus mentores?
¿A sus lectores?
Acaso en vida calmaran
a los poetas malditos,
Tristan Corbière,
Arthur Rimbaud, o Mallarmé.
Pero no precisamente
gracias a la “Bendición”
de Baudelaire o Verlaine.
Atrincherados en su hermetismo
de genios perversos,
de talentos incomprendidos,
seres pérfidos socialmente,
incomprendidos por sus contemporáneos,
envenenados por sus poemas.
Así, nos deja a su muerte el legado,
ese pequeño testamento
-¿Pequeño?-
El señor Villon, o si lo preferís
François de Montcorbier.
Quizá no haya muerto,
fue torturado, si…
Condenado a la horca, si…
Mas una vez conmutada
y por diez años desterrado
del irascible París,
¡Quién sabe si ahora su espíritu
pasea por el Sena
en búsqueda de amargas chanzas,
de los salones de cafés parisinos,
o tal vez de las famosas
veladas literarias de Mallarmé!
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Do de la belleza siniestra se explotaba entre sus páginas pero al final la belleza siempre será belleza i dependiente del género bien poeta genios perversos de talentos incomprendidos