Amada esposa mía. al verte profundamente dormida recuerdo el ayer con sus notas alegres y también los detalles tristes de fracasos. Recuerdo tu risa tierna prodigándome tu amor a cada paso y yo tan tonto, despreciándote con burlas, ayer cuando te tuve entre mis brazos. Y no lo sé, pero me comporté como un salvaje destruyendo nuestro amor en mil pedazos, pedazos de ilusiones que volaron con el viento, hacia el infinito desierto de vaivenes y fracasos. Es que tanta dicha no podía ser tan cierta, yo huía de ti, buscando enmarañarme en otros brazos, cual ave perdida, tan triste y desolada sintiéndose morir al perder la huella de su nido. Probé sinsabores, locuras y tristes desengaños, mostrándome claramente que lejos de ti soy un verano que jamás vio ocultarse el radiante sol en el ocaso. Pero hoy, amada mía, al verte en mi alcoba, a pesar de los años llenos de altibajos te quiero más, aun mucho más que al comienzo porque este amor de ahora no es pasión, es algo tierno. Perdóname mi amor, el pago que te he dado, quisiera pagar el doble los agravios que sufrió tu corazón enamorado por el pecado de entregarte un día en mis brazos. Cada día te veo más enamorado, y cuando nos llegue el tiempo de la noche, no estarás sola, siempre estaré a tu lado devolviendo bien por bien a tu corazón ilusionado. Marco Senmache Rodríguez - Perú
Lo importante es arrepentirse del daño causado en otrora. El amor todo lo perdona amigo mío. Déjeme decirle que tiene usted una buena esposa y sabe escribir usted como para que ella caiga rendida en sus brazos. Primer diez, Ivette Rosario.