Miradas perdidas al pasar del tiempo, esencias diluidas en la densa brisa, sonidos ignorados por los que escuchamos sus llantos, ideas de avance sostenibles en su cause, hechos de sal en el fondo ácido del reflejo de sus caras.
Soledad implícita de sabor agridulce, sombras centellantes de los flashes de cámaras, imágenes capturadas del charco de su sangre, hambrientos de cariño, sedientos de conocimientos, objetos de sádicos y fisgones, cafres por excelencia.
Víctimas de todos y de nadie, desechables al tacto, insuficientes al gusto, perdidos en el claro de sus ojos profundos, estadísticas de ciudades, inversiones a futuro sin ser "futuro", nombres como Daniel, María, o Ismael, solo números en un papel.
Realidades palpables en las afueras de tu calle, tras la pared del restaurante, caminantes sin rumbo, protagonistas de discursos dentro de un destino flagrante, hermanos, primos o nietos de tu madre o tu padre.
Niños con futuro de llegar a ser números, sobre los que forjemos ciudades, conocimiento de sus realidades, desnutrición de un mundo obeso en actores, facilitadores en desgracias, solo sombras en el camino del desarrollo sustentable.